El paisaje gastronómico de Taiwán lleva tiempo brillando en las guías de viaje y en los lentes vibrantes de YouTube: los bulliciosos mercados nocturnos, los infinitos sabores del Bubble tea y la emblemática sopa de fideos con carne de vacuno. Sin embargo, para quienes realmente han hecho de Taiwán su hogar —expatriados, estudiantes e inmigrantes por igual— los platos más memorables no suelen ser los que más deslumbran, sino aquellos que se descubren al amanecer en una tienda de desayuno, los que flotan desde los puestos escondidos en los callejones y los que nacen en las cocinas familiares. Es decir, estos sabores, de manera silenciosa, delinean la vida cotidiana.
Por supuesto, no todos los platos taiwaneses son ampliamente aceptados. Algunos favoritos locales —como el tofu fermentado (stinky tofu), las patas de pollo o el pastel de sangre pueden resultar demasiado desafiantes para los recién llegados. Pero, más allá de estas curiosidades que acaparan titulares, existe otra faceta de la cocina taiwanesa: sencilla, cálida y capaz de reconfortar profundamente. Muchos residentes extranjeros no solo los disfrutan, sino que también los recomiendan a sus visitantes con un entusiasmo genuino.
Para descubrir qué platos taiwaneses logran realmente conquistar el corazón de los expatriados, entrevistamos a varios residentes extranjeros que llevan años llamando a Taiwán su casa. Les consultamos cuáles son platos taiwaneses que se les antojan, una y otra vez, semana tras semana. Si algún día visitas Taiwán y buscas sabores locales sin ser demasiado arriesgados, ¡esta lista será sin duda tu mejor referencia!
El entrañable clásico matutino: la tortilla taiwanesa (蛋餅, dàn bǐng)

Lo que sorprende a muchos recién llegados es la forma ritualizada en la que Taiwán vive su cultura del desayuno. Cada mañana, los habitantes hacen fila en su tienda de siempre, conversan con el dueño y piden su té con leche y su dàn bǐng con un gesto casi automático, como si los guiara la memoria muscular. Para los expatriados, incorporarse a este ritmo cotidiano constituye una forma discreta de sentirse parte del vecindario.
Si Taiwán tuviera un desayuno nacional, sin duda sería el dàn bǐng, conocido también como “Taiwanese omelette” o como la crepe taiwanesa. Presente en todas las tiendas de desayuno, consiste en un huevo frito envuelto en una masa que combina una textura exterior crujiente con un interior suave y ligeramente elástico. Con rellenos habituales como queso, maíz o jamón, el dàn bǐng resulta a la vez familiar y exótico para los expatriados en Taiwán: recuerda un poco a una crêpe francesa y también a un burrito matutino.
Para muchos extranjeros, el encanto del dàn bǐng empieza con su versatilidad. “Puedes pedirlo con una textura crujiente o suave, con un sabor más picante o más tenue. Y las opciones de relleno parecen infinitas; mi favorita es la de mayonesa con atún y hash brown. En los días en que me siento un poco aprensivo, pido la que tiene ensalada de verduras. Es reconfortante sin ser pesado”, dice Joe, un ingeniero canadiense en Kaohsiung. Acompañado con salsa de soja o chile dulce, el dàn bǐng se convierte en el combustible matutino perfecto antes del trabajo o de las clases.
Empanadillas taiwanesas: un alimento reconfortante que no requiere traducción (水餃, shuǐ jiǎo)

Pocos alimentos conectan culturas con tanta facilidad como las empanadillas taiwanesas. En Taiwán, forman parte de la vida diaria y se disfrutan hervidas, al vapor o fritas a la plancha. Para muchos residentes extranjeros, evocan el sabor del hogar, aunque con una forma distinta. “Para mí son como las primas taiwanesas de los gyoza japoneses, los pierogi polacos o los ravioli italianos”, cuenta Hiro, un chef japonés que ha recorrido medio mundo y que ahora se ha establecido en Tainan por amor y por familia. “Me recuerdan que la comida reconfortante adopta formas diversas en cada país, pero la sensación es siempre la misma.”
Estas pequeñas empanadillas reconfortantes se encuentran en toda Taiwán, desde los locales familiares hasta las cadenas abiertas las 24 horas. Aunque no todas las familias las preparan desde cero con regularidad, hacer empanadillas taiwanesas caseras sigue siendo una tradición muy apreciada en algunos hogares, especialmente durante las festividades o las reuniones familiares.
Como envolver las empanadillas taiwanesas puede ser un proceso laborioso y exigir bastante trabajo en equipo, a menudo termina convirtiéndose en una actividad social más que en una simple tarea doméstica. Familiares y amigos se reúnen alrededor de la mesa, conversando y riendo mientras colocan el relleno y van alineando las empanadillas ya formadas, pequeñas medias lunas listas para entrar en el agua hirviendo. El disfrute no está solo en comerlas, sino en crearlas juntos.
Durante el Año Nuevo Lunar, algunas familias taiwanesas incluso se reúnen para plegar empanadillas, un gesto que simboliza prosperidad y unión familiar. Para los extranjeros, ese sentido de unión hace que las empanadillas taiwanesas resulten especialmente memorables. “Una vez mis amigos taiwaneses me invitaron a una noche de empanadillas”, cuenta Hiro. “Cada uno tenía su propio rol —desde estirar la masa hasta rellenar y plegar—. Se sentía como formar parte de una familia.”
Lo mejor de las empanadillas taiwanesas es que nunca faltan opciones: las clásicas de cerdo con col —a veces con un toque de camarón o maíz— y las versiones veganas con cebollín y hongos. Muchos expatriados admiten que su tienda de empanadillas taiwanesas de confianza pronto se convierte en su segunda cocina. “Es económico, sacia y puedes comerlas a cualquier hora del día”, ríe Hiro. “Sinceramente, las echo de menos cada vez que estoy de viaje.”
Suave y dulce: el pudín de tofu (豆花, dòu huā)

El pudín de tofu, o dòu huā (豆花), es uno de los postres más discretos de Taiwán. Su textura sedosa y su dulzura suave lo convierten en un favorito entre los extranjeros que suelen evitar los postres excesivamente dulces o grasosos. Servido tradicionalmente con cacahuates, frijoles rojos o perlas de tapioca, el dòu huā puede disfrutarse caliente o frío, según la temporada.
“Nunca pensé que llegaría a gustarme el tofu como postre”, admite Michelle, una profesora estadounidense de inglés que vive en Taichung desde hace cinco años. “Pero la primera vez que probé el dòu huā, sentí que era algo que mi abuela podría haber preparado. Es simple, suave, reconfortante y no demasiado pesado. Es mi postre de referencia cuando estoy a dieta pero tengo antojo de algo dulce.”
Otra razón por la que los extranjeros adoran el dòu huā es su flexibilidad para adaptarse a cada estación. Durante los veranos húmedos de Taiwán, la presentación fría ofrece un alivio refrescante e inmediato, mientras que la versión caliente con jarabe de jengibre en invierno reconforta tanto el cuerpo como la mente.
Una fusión dulce: la tarta de huevo taiwanesa (蛋塔, dàn tǎ)

Aunque los pastéis de nata portugueses son famosos en todo el mundo, Taiwán ha desarrollado su propia versión de las tartas de huevo. Las tartas taiwanesas (蛋塔, dàn tǎ) son ligeramente menos cremosas, con una base más firme y un relleno más ligero y consistente. Encontradas en panaderías de toda la isla, las tartas de huevo taiwanesas combinan influencias locales y occidentales, al igual que gran parte de la cultura taiwanesa contemporánea.
“Es la mezcla perfecta entre Oriente y Occidente”, comenta Vanessa, una estudiante vietnamita-alemana que estudia mandarín en Taipéi. “Su sabor me resulta familiar, pero la textura es más ligera y se nota más el aroma del huevo que la dulzura del flan. La base es más firme y muy distinta de la que tenemos en Europa, pero es infinitamente mejor. Me compro una casi todas las tardes; estudiar caracteres chinos quema muchas calorías, después de todo.”
El dàn tǎ también refleja la evolución de la cultura repostera en Taiwán, un espacio donde la estética europea se encuentra con el gusto local. Acompaña igual de bien un café latte que un té oolong tradicional. Para los expatriados, esta fusión encarna la apertura de Taiwán: un lugar donde las culturas se entrelazan de manera natural, bocado a bocado.
Calidez en un cuenco: las bolitas de arroz glutinoso (湯圓, tāng yuán)

Ninguna lista de comida reconfortante taiwanesa estaría completa sin el tāng yuán (湯圓), esas suaves bolitas de arroz glutinoso que suelen venir en una sopa dulce. Tradicionalmente se comen durante el Festival de los Faroles o en celebraciones familiares; el tāng yuán simboliza la unión y el reencuentro, un significado que resuena profundamente entre muchos extranjeros que viven lejos de su hogar.
La textura masticable puede sorprender a algunos al principio, pero pronto se vuelve adictiva. Los rellenos de sésamo negro o de cacahuete estallan con un sabor intenso a frutos secos, mientras que la sopa dulce y caliente ofrece consuelo en las noches frías. “Es como un abrazo servido en un cuenco”, dice John, un lingüista estadounidense que fue adoptado por una familia taiwanesa cuando era niño y que ahora vive a caballo entre Taichung y Chicago.
Curiosamente, muchos expatriados comentan que el tāng yuán les recuerda a los postres invernales de sus propias culturas —como el mochi, el arroz con leche o el pan de jengibre—, lo que lo vuelve emocionalmente familiar pese a su forma poco habitual. Quizá por eso se ha convertido en uno de los alimentos reconfortantes preferidos de quienes pasan las fiestas lejos de su familia.
La gastronomía como puente hacia el Taiwán cotidiano
A través de estos platos, los extranjeros no solo descubren nuevos sabores, sino que también atisban la cadencia íntima de la vida cotidiana en Taiwán. La prisa matutina hacia la tienda de desayuno en busca de un dàn bǐng humeante, las charlas del mediodía alrededor de unos shuǐ jiǎo, y la búsqueda nocturna de un cuenco tibio de dòu huā trazan el retrato de una sociedad que encuentra en la comida una forma profunda de conexión.
A diferencia de los extremos culinarios que suelen destacarse en las redes sociales, estos platos susurran historias de calidez, equilibrio y pertenencia. Reflejan lo cercano, lo sabroso y, por encima de todo, lo profundamente humano. Muchos expatriados que los abrazan suelen comentar que, al empezar a comer como los locales, dejaron de sentirse forasteros y comenzaron a sentirse, cada vez más, parte de la comunidad.
La comida, en este sentido, se transforma en un lenguaje de acogida. Un plato compartido o incluso el simple gesto de aprender a pedir en mandarín puede abrir puertas a conversaciones, amistades y pequeñas alegrías cotidianas que ningún manual turístico puede captar por completo.
Si planeas descubrir Taiwán más allá de sus zonas turísticas, estos platos te brindarán un sabor auténtico de la amabilidad y la sencillez locales. Como dice Joe, el ingeniero canadiense: “Cuando empiezas a antojarte de dàn bǐng en lugar de una hamburguesa, es cuando sabes que Taiwán realmente se ha convertido en tu hogar.”
Vocabulary used in this article:
- 蛋餅 (dàn bǐng): la tortilla taiwanesa
- 水餃 (shuǐ jiǎo): las empanadillas taiwanesas
- 豆花 (dòu huā): el pudín de tofu
- 蛋塔 (dàntǎ): la tarta de huevo taiwanesa
- 湯圓 (tāng yuán): las bolitas de arroz glutinoso


